El Cristo algo fugaz de la Pascua

Una de las curiosidades de los relatos de la Pascua es la fugacidad de Cristo resucitado cuando se aparece a los apóstoles. Se aparece, conversa con ellos, come delante de ellos pero en poco tiempo -parece como si tuviese cierta prisa- desaparece. ¿Por qué el Señor tiene esta tendencia a esconder su estado vivo y glorioso? Recordemos que cuando María Magdalena se encuentra con el Señor en el huerto del sepulcro y se tira a sus pies para abrazarlo, Jesús le dice que no le retenga porque debe subir al Padre que también es nuestro Padre. Cuando los discípulos de Emaús invitan al Señor a quedarse a cenar con ellos, tras partir el pan y bendecirlo, de repente desapareció de su presencia. También cuando Jesús se presenta ante el grupo de los apóstoles en la casa, hasta que se esfuma repentinamente de sus miradas. Los encuentros con el Señor resucitado son el don de una Presencia que se les da y llena de gozo (y un cierto miedo al principio), como también son un don arrebatado, pues al cabo de cierto tiempo Jesús desaparece. ¿Por qué este Cristo tan fugaz pero que regala el don de su Presencia? Cristo certifica que realmente ha resucitado, pero a su vez indica que su lugar es el Cielo junto al Padre, y por esto tras el encuentro desaparece. También nuestra vida temporal está orientada al Cielo que es el verdadero destino que Dios tiene preparado para la humanidad.

Debemos vivir en este mundo y cumplir con la mayor fidelidad nuestra misión, pero todo esto es pasajero y nuestro fin es la eternidad que Cristo ha venido a abrirnos. No podemos quedarnos anclados en las cosas de la Tierra sino aspirar a las cosas del Cielo. Debemos cultivar esta visión sobrenatural de la vida humana: estamos de paso y nos preparamos en esta vida para gozar un día de la eternidad. Por esto Cristo se aparece a los apóstoles, pero a su vez se retira rápidamente, para poder así dejar espacio en nosotros a la fe, la lucha y la perseverancia. Ya lo dijo Jesús a Tomás: -Bienaventurados los que crean sin haber visto.

Mn. Ignasi, vuestro párroco